"Concédeme, Señor, serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, valor para cambiar las que sí puedo y sabiduría para distinguir las unas de las otras". Kurt Vonnegut, Matadero cinco

20/1/16

Sobre el bullying en los colegios/institutos/cualquier lugar

Hace poco estuve charlando con la madre de un antiguo compañero de mi colegio que vino a visitarnos a casa. En situaciones así es normal ponerse nostálgicos y recordar los viejos tiempos, los profesores que nos daban clase en aquella época y todas esas cosillas que conformaron nuestra infancia. Nos pusimos a hablar de la profesora que nos dio clase en el primer ciclo de Primaria, 1º y 2º, entre los seis y los ocho años. Es una etapa curiosa. Aprendemos a leer, a escribir, a sumar, a relacionarnos con los demás. Nuestra profesora era una mujer mayor, un poco brusca, pero con buen fondo. Creo que incluso podía ver hacia dónde apuntábamos siendo tan pequeños. Mi madre me contó que una vez llamó a casa para preguntar si mis padres me habían ayudado con una redacción, porque le extrañaba muchísimo que una niña tan pequeña escribiera sin faltas de ortografía.

Me estoy yendo por las ramas, perdón.

He decidido introducir el tema del que os iba a hablar de esta manera porque, reflexionando sobre el mismo, he recordado lo que me llamaba esa misma profesora cuando yo tenía seis años: abogada de pleitos pobres. Yo no entendía lo que significaba eso, pero por su manera de decirlo me hacía sentir que era algo malo, algo negativo. Y yo me sentía mal y molesta a partes iguales.
Porque me llamaba así cuando defendía a quien, en mi inocente opinión, debía ser defendido.
Porque me llamaba así cuando yo hacía lo que, en mi opinión, era lo que debía hacerse.

Hoy en día se habla mucho de bullying, de acoso en las aulas, posiblemente no lo suficiente. Pero en aquella tierna época de finales de los 90 o no había tanta alarma social sobre el tema o yo era demasiado pequeña como para verlo en las noticias y entender lo que veía. Aun así, sí que viví cosas, en primera o en tercera persona, que pensándolo bien podrían haberse considerado acoso, o al menos comportamientos que de haberse agravado podrían haber degenerado en el mismo. Porque sí. En mi opinión (aviso, todo lo que voy a decir en esta entrada es mi opinión, y como tal puede ser correcta o errónea), desde que somos niños a veces se nos permite decir o hacer ciertas cosas que NO están bien. A veces hasta se nos alienta. O se nos dice que nos aguantemos. Sé que este es un tema delicado y que a veces no se sabe cómo actuar. Pero lo último que debes hacer es mostrarle a los niños/adolescentes/gente en general que ciertos comportamientos están bien. Son años difíciles, años en los que aún estamos conformando nuestra personalidad, lo que seremos en el futuro, cómo seremos. Cualquier cosa que normalices o enseñes que es correcta perdurará. Y una vez adultos, es muy difícil cambiar ciertas cosas.

La primera vez que vi algo parecido al acoso (llamadme alarmista, llamadme exagerada, pero yo os pregunto, ¿cuál es el umbral del acoso? ¿cuándo se puede considerar a un acto acoso y cuándo no?) fue en esa época, en primaria. Un compañero se estaba metiendo con otro que era nuevo, con su madre. Podéis decir "son cosas de críos". No voy a transcribir lo que dijo el compañero, pero mirando en perspectiva me parece un poco fuerte lo que le dijo para las edades que teníamos. Insisto, podéis pensar "son cosas de críos". Obviamente, el chico no iba en serio con lo que dijo, éramos niños. Pero aunque no fuera en serio, lo que dijo hizo mucho daño al otro. Le hizo llorar. Nadie le dio importancia. ¿Por qué? ¿Por qué no se le da importancia a estas cosas? Vale, sí, de niños se llora por todo, pero... No sé. Yo no podía ver al chaval así. Así que fui y le ayudé, intenté animarlo lo mejor que pude.
La cosa no llegó a más. Aunque el niño se hizo muy amigo mío y no se despegaba de mí por lo que hice. Y ahí vino el mote de abogada de pleitos pobres. Me regañaban de cuando en cuando por meterme en lo que no me importaba, por ir siempre a defender aunque no fuera conmigo la cosa. Por un lado, me fastidia. Muchos problemas vienen porque la gente no se ayuda entre sí. Si cada vez que a un niño se le acosase, si cada vez que alguien le hiciera sentir mal de cualquier manera, alguien llegase para ayudarlo y reducir al acosador, seguramente habría menos casos. Pero ¿qué es lo que se suele hacer? Mirar para otro lado. Reírse también, contribuyendo así a que el acosador se salga con la suya. Podría entrar también en la cuestión de qué lleva a un niño a acosar a otro (inseguridades, problemas en casa, deseo de encajar, búsqueda de la aprobación...), pero eso es otro tema. Esta entrada va sobre el bullying, sobre el acoso escolar. Prosigo.
Como iba diciendo, por un lado me fastidia, porque en esa época consideraba que hacía lo correcto al ir a defender a ese niño. No me arrepiento de lo que hice. Por otro lado, ahora, siendo adulta, comprendo un poco en parte por qué me regañaba mi profesora. Creo que lo que ella pretendía enseñarme al reñirme era ni más ni menos que los problemas de uno los tiene que resolver uno mismo porque, si dejamos que a una persona la estén siempre ayudando, esta nunca aprenderá a buscarse la vida por sí misma. Y eso también lo entiendo. Es de agradecer que se nos ayude, pero también tenemos que ayudarnos a nosotros mismos, defendernos a nosotros mismos. De acuerdo con mi profesora, si yo no dejaba de ayudar a mi compañero, este nunca aprendería a luchar por sí solo.

El acoso es uno de los temas presentes en la película Déjame entrar,
estrenada en 2008 y premiada por la crítica.  Os la recomiendo.
Sí, vale, es muy fácil decir "aprende tú, búscate la vida, devuelve el golpe". Pero ¿y si simplemente no puedes? A veces estás tan hecho polvo que ni se te pasa por la cabeza. A veces te crees las cosas que te dicen. A veces les das la razón. ¿Y cómo vas a luchar contra algo que está dentro de ti?
En cualquier caso, no defiendo la violencia. Si te pegan, no pegues. No te pongas al mismo nivel. Vale que a veces funciona, pero moralmente no me parece la solución.

No quiero decir que yo he sufrido bullying durante mi infancia/adolescencia. No me parece justo teniendo en cuenta que hay personas que han pasado por un verdadero infierno o que incluso se han quitado la vida por culpa de esto. Pero sí he tenido momentos en los que se han metido conmigo por una cosa o por otra. Se han metido conmigo por mi físico. Se han metido conmigo por ser la empollona de la clase. Se han metido conmigo por no seguir la corriente, por no entrar en el juego. Por suerte para mí, salí adelante. Me mantuve firme, aunque a veces doliera o tuviera consecuencias desagradables. No siempre es así. A veces se termina cediendo. Y ver eso es lo que me lleva a escribir estas líneas.

No cedáis nunca. No dejéis de ser vosotros mismos, no os avergoncéis de cómo sois, de lo que os gusta, de lo que amáis. No os avergoncéis solo porque un puñado de indeseables han decidido que debéis sentiros mal. Si lo pensáis, descubriréis que no hay nada de lo que avergonzarse. Absolutamente nada. Es muy difícil ver esto en ciertas edades, pero al crecer nos damos cuenta. En serio, no dejéis que os hagan sentir mal. Como suele decirse, no ofende el que quiere, sino el que puede.

"Nunca olvides lo que eres. El resto del mundo no lo hará. Llévalo como una armadura y nunca podrán usarlo para herirte". Grande, Tyrion.

Otra cosa muy importante: si estáis en una situación de acoso, pedid ayuda. A quien sea. Padres, profesores, amigos, compañeros. No estáis solos. No os rindáis si alguien le quita importancia (puede pasar, por desgracia), seguid pidiendo ayuda. Alguien os escuchará, tarde o temprano. Parece ser que a lo largo de este año el Gobierno pondrá en marcha un teléfono contra el acoso escolar. De momento, hasta donde yo sé, puede llamarse al teléfono de la Fundación Anar.

Por último, esto es algo muy personal (como todo lo que he puesto aquí, en realidad...). Si veis un caso de acoso, si sois testigos, si estáis viendo que a un compañero se le acosa, no miréis a otro lado. No seáis cómplices de algo así. No le quitéis importancia. Pensad en si estuvierais en la misma situación. ¿No os gustaría que alguien os ayudase? Con un simple gesto se puede hacer mucho. El poder de hacer que la sociedad cambie está en la propia sociedad, está en nosotros. Eduquemos a las nuevas generaciones para que no permitan esto con el ejemplo. Se habla mucho de cómo saber si alguien sufre acoso o qué hacer si se sufre acoso. Sin embargo, poco se habla del papel de la educación a la hora de prevenirlo y evitarlo. Si tenéis hijos o estáis en un ambiente con niños, mostraos respetuosos con todos. Nunca ridiculicéis a nadie delante de ellos, pues aprenden de lo que ven. Enseñadles con el ejemplo a aceptar a todo el mundo, a abrazar la diversidad en todos sus ámbitos. Quizá así en un futuro dejemos de leer noticias como la de Diego.

¡Saludos!

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